Andrew Allen
Posted by Felichi(@flx_1978) on 15.12.22
Ser conocido durante un breve periodo de tiempo y acabar escondido en las brumas del anonimato es algo que le ha sucedido a muchos patinadores de cierto renombre, sobre todo una vez llegada la treintena o alguna lesión de peso que le haya impedido seguir en el candelero o patinar al mismo nivel que le había encumbrado al reconocimiento de sus habilidades y su competencia como hombre dando brincos sobre un trozo de madera con ruedas.
La resilencia es una característica, a mi modo de ver, muy extendida entre todos los skaters de cierta edad o de cierto nivel. Por muy habilidoso que seas, como no tengas un poco de paciencia o espíritu de lucha, poco futuro tienes en este endemoniado juego. Aun así, todo tiene un límite y las lesiones, los vicios, el aburrimiento o mil cosas más, pueden hacer que una persona, famosa o anónima, profesional o aficionada, se separe de su monopatín para siempre, dando carpetazo a ese largo episodio de su vida y dando paso a convertirse en un individuo que se va a sumar a los ya otros miles de millones que viven una existencia totalmente separada del artilugio rodante de marras. Esa separada existencia, en algunos casos, es nostálgica de la etapa anterior y, a veces, sobrevive totalmente a espaldas de ese pasado.
No puedo entrar mucho en el cerebro y en los motivos del último grupo, los que lo dejan y hasta repudian de ese pasado; puedo comprender más a los que se ven forzados a dejarlo y a seguir su vida con nostalgia y, por suerte, puedo empatizar más todavía con el luchador que, a pesar de los contratiempos, ha decidido continuar, ignorar dolores, inputs negativos sobre la edad presentes en el entorno social de cada uno, pelear por tener un físico y una motivación que le permita seguir disfrutando de aquello que más le llena. Quizás, por todo esto, creo que en un panorama actual a rebosar de talentos, nombres, personalidades, estilos y absolutas máquinas del skateboarding, me quedo con un nombre por encima del resto: Andrew Allen.
Para no alargarme demasiado, no debería entrar en muchos datos biográficos, pero me voy a ceñir a unos básicos para acercar el personaje a aquellos que lean esto desde cierto desconocimiento. Para empezar, decir que Andrew Allen (@andrewb.allen) tiene 36 años y es natural de un bonito pueblo californiano llamado San Juan Capistrano. Aunque actualmente vive en Los Ángeles, algo más normal para un profesional de su talla, no es hasta hace relativamente poco se mudó a esa ciudad, buscando, contra todo pronóstico, centrarse más en su carrera como profesional y concentrarse en dar a su patín un salto cualitativo muy diferente al que muchos suelen buscar.
En un momento en el que las lesiones o incluso la bebida le habían hecho replantearse un poco todo su futuro, Allen decide mudarse de ciudad a la vez que consigue fichar por Hockey, marca incipiente pero prometedora, dirigida en gran medida por su amigo Anthony Van Engelen. Éste, mayor que Allen, es sin duda una de las influencias principales en la forma de patinar del de San Juan Capistrano y a medida que su admiración por AVE se iba tornando en una sólida amistad, la locomotora rubia de Los Ángeles decide meter a Andrew Allen en Hockey. Esto se convirtió en un revulsivo y una motivación tremenda, pero todavía quedaba un escollo que superar: las lesiones.
Los años de patín de alto nivel, involucrando trucos bastante técnicos en barandillas y otras animaladas de diversa naturaleza, habían hecho estragos en los tobillos del todavía joven Andrew, que acababa de, más o menos, cumplir los 30. Lesiones clásicas para los patinadores de cierta edad como la artritis degenerativa estaban limitando su forma de patinar y amenazaban con cortar de raíz la carrera de este talento prometedor, que había crecido a la sombra de su amigo inseparable Van Wastell. Éste, además, había muerto en un desgraciado accidente no hacía demasiado tiempo, con lo que los obstáculos físicos de Allen, se sumaban a los psicológicos y, todo junto, podría haberlo llevado al más tenebroso de los ostracismos, como ha pasado con tantos y tantos nombres.
Andrew, como os decía, se lío el petate, se fue de su pueblo, huyó del confort de su casa de toda la vida y se mudó a una ciudad carísima, que le obligaba a vivir más estrechamente; no ya para perseguir el sueño que ya había alcanzado, para subirse a ese nuevo tren llamado Hockey, dejar Anti Hero- algo que no debió ser nada fácil-y aportar su experiencia al joven proyecto. Al mismo tiempo, y aquí viene lo que hace rato que quiero explicar, adapta su patín a sus lesiones, pero sin bajar un ápice el interés que puede suscitar y, todavía más, mejorándolo y captando todavía más miradas y seguidores que antes. Y claro, diréis,…¿Cómo se consigue eso? Pues bien, en esta entrada de blog estamos hablando de un tío que, además de patinar como los ángeles, es un gran estudioso del patín, ha crecido no solamente patinando, también cultivando un interés cultural por el mismo y con un conocimiento de su historia no tan común entre otros profesionales. Todo ese saber, le lleva a una selección de spots y de trucos que no han pasado nada desapercibidos en la actualidad y, independientemente de si el listón del nivel está por arriba o por abajo, no son pocos los otros patinadores que han tomado nota de las maniobras de Andrew Allen o de su estética para en cierto modo adoptarlas o incluso mimetizarlas. Sinceramente creo, que en esta ocasión, no hablamos de uno de esos nombres que desaparecerá entre aquellas brumas de anonimato que mencionaba en las primeras frases de este artículo.
In English
It is not uncommon for skaters to become known for a short period of time and then fade into obscurity, especially once they reach their thirties or suffer a significant injury that prevents them from continuing to compete at the level that brought them recognition for their skills and abilities. Resilience is a characteristic that is prevalent among skaters of a certain age or level. However, even the most skilled skaters will not have a future in this demanding sport without a certain amount of patience and a fighting spirit. Nevertheless, there is a limit and injuries, vices, boredom, or many other things can cause a person, famous or anonymous, professional or amateur, to separate from their skateboard forever. In some cases, this separated existence is nostalgic for the previous stage, and sometimes it survives completely behind that past. I can't go into the minds and motives of the last group, those who leave and even repudiate that past. I can understand those who are forced to leave and continue their lives with nostalgia and, fortunately, I can empathize even more with the fighter who, despite setbacks, has decided to continue, ignoring pain, negative inputs about age present in the social environment of each, fighting to have a physique and motivation that allows him to continue enjoying what fills him the most. Perhaps, for all this, I believe that in a current landscape overflowing with talents, names, personalities, styles and absolute machines of skateboarding, I will stay with one name above the rest: Andrew Allen.
To not drag on too much, I should not go into many biographical details, but I will stick to some basics to bring the character closer to those who read this with a certain lack of knowledge. To begin with, it should be said that Andrew Allen (@andrewb.allen) is 36 years old and is a native of a beautiful Californian town called San Juan Capistrano. Although he currently lives in Los Angeles, which is more normal for a professional of his caliber, it was only relatively recently that he moved to that city, seeking, against all odds, to focus more on his professional career and concentrate on giving his skateboard a qualitative leap different from what many usually seek.
At a time when injuries or even drinking had made him rethink his future a bit, Allen decides to move to the city while managing to sign up for Hockey, an incipient but promising brand, directed to a great extent by his friend Anthony Van Engelen. He, older than Allen, is without a doubt one of the main influences on the way of skating of San Juan Capistrano and as his admiration for AVE was turning into a solid friendship, the blonde locomotive of Los Angeles decides to put Andrew Allen in Hockey. This became a revitalizing and tremendous motivation, but there was still one obstacle to overcome: injuries.
The years of high-level skating, involving quite technical tricks on railings and other various animalistic things, had taken their toll on the ankles of the still young Andrew, who had just, more or less, turned 30. Classic injuries for skaters of a certain age such as degenerative arthritis were limiting his way of skating and threatening to cut off the career of this promising talent, who had grown in the shadow of his inseparable friend Van Wastell. He, in addition, had died in a tragic accident not too long ago, so the physical obstacles of Allen, were added to the psychological ones and, all together, could have led him to the darkest of ostracisms, as has happened with so many names.
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